Aukeratutako atala ◊ Joseba Lakarra ◊

• Sábado, Febrero 08th, 2020

Esta semana su hermano Gorka Knörr ha denunciado que cuando Henrike estuba muriéndose de cáncer, los profesores de la UPV le presionaron  para que dijese que los grafitos eran falsos. Sin embargo, Henrike defendió en todo momento la veracidad de los grafitos, aunque en su opinión, en lugar de ser de los siglos III-V podían ser más algo más tardíos (de los siglos VI-IX) porque el convento de San Juan se mantuvo hasta ese siglo.

Henrike dijo claramente que se trataba de un tema arqueológico y que la arqueología tenía que concretar de cuándo eran los grafitos con las técnicas que tiene para ello y que luego hablarían lingüistas e historiadores, y no al revés. Pero aquí algunos lingüistas han dicho a los arqueólogos qué puede aparecer y qué no, como si la teoría de Mitxelena fuese inmutable.

Además de esta inaceptable actitud con Henrike durante su grave enfermedad, Lakarra y Gorrochategui MINTIERON después de su muerte cuando afirmaron que para Henrike los grafitos eran falsos. El periodista Alberto Barandiaran les ayudó a completar esta mentira en el diario Berria: “Y antes de morir envió un mensaje a ambos. El mensaje completo ha sido desconocido hasta la fecha pero hoy los familiares han decidido hacerlo público. En este mensaje, el lingüista alavés coincidió con la tesis principal de los otros dos filólogos. Los grafitos no son, como Gil insiste, del siglo III. Por lo tanto, son falsos”. (06-03-2009).

¿Cómo se pueden decir tres mentiras en cuatro líneas?
- Eliseo Gil no decía que los grafitos eran del siglo III sino que eran de los siglos III, IV y V.
- Henrike no estaba de acuerdo con Lakarra y Gorrochategui.
- Henrike no pensaba que eran falsos sino que eran posteriores.

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• Viernes, Abril 26th, 2013

En el capítulo octavo se habla sobre la falta de coherencia con el estado del protoeuskera de hace 3.000 años:

8. El modelo reconstruido de preprotoeuskera no resulta coherente con el estado de las lenguas hace tres milenios

Atendiendo al punto de vista histórico-semántico, el panorama que nos ofrece la reconstrucción de las raíces CVC supuestamente genuinas no puede ser más llamativo por lo rudimentario. Según su modelo, el preprotoeuskera sólo disponía de un reducido número de palabras que expresaban ideas primarias: arriba, abajo, pequeño, negro, malo, crudo, poner, cerrar, macho, animal, etc. Ni rastro de conceptos complejos o abstractos, cosa que lo convertiría en un idioma apto únicamente para expresar mensajes elementales.

Si esta lengua reconstruida se habló según se propone mucho antes del año 500 a.C., quizás hace tres milenios, esto nos situaría en los tiempos que la arqueología ha denominado «Bronce Final», con lo que el preprotoeuskera habría sido contemporáneo del griego arcaico (hablado por los micénicos y continuado después en los poemas homéricos), el babilonio de Mesopotamia, o el egipcio de los Imperios Nuevo y Tardío.

Por tanto disponemos de abundante información sobre el estado de lenguas en aquella época, que eran sistemas aptos para una comunicación precisa, disponían de abundante vocabulario, términos abstractos, construcciones de frase elaboradas, etc. El griego micénico, por ejemplo, sin llegar a la complejidad del clásico, era un instrumento de comunicación perfectamente útil para una sociedad desarrollada, y con unos cuantos añadidos sería aprovechable incluso para nuestra civilización.

Aunque la Europa atlántica en la que se situarían presumiblemente los (pre)protovascos no alcanzaba el nivel tecnológico del oriente mediterráneo, las investigaciones arqueológicas han demostrado que las sociedades pirenaicas y de sus alrededores fueron mucho más complejas de lo que se pensaba hace unas décadas. La fachada atlántica constituyó durante la Edad de Bronce un vasto espacio de comercio e intercambios por vía marítima, desde las Islas Británicas al Guadalquivir, lo cual demuestra un cierto desarrollo socioeconómico. Es la época en la que se construyeron los abundantes crómlechs pirenaicos, de los que se deduce la existencia de una religión con elaborados rituales y tradiciones acerca del mundo espiritual.

Los modelos reconstruidos de protoindoeuropeo y protosemítico se retrotraen hasta el 3000 a.C. aproximadamente, dos milenios antes del supuesto preprotoeuskera, y hasta para estas lenguas hipotéticas utilizadas en sociedades con menor nivel tecnológico que el de los preprotovascos, podemos reconstruir un amplio vocabulario para comunicar conceptos complejos.

Por el contrario, en el caso del preprotoeuskera no conocemos pistas de cómo se expresaban ideas tan cotidianas para gentes de aquellas épocas como espada, comercio, tratado, alianza, ley, castigo, delito, matrimonio, celebración, cerámica, guerra, paz, venganza, honor, estaño, cobre (ni siquiera la de metal en general), sacerdote, sacrificio, crómlech, ritual, oración, maldición, embarcación, dios, jefe, vasallaje, siervo, libre, artesano, orfebre, etc.

Una forma de garantizar la plausibilidad del modelo de (pre)protovasco reconstruido por Lakarra sería demostrar que al menos algunas de las raíces reconstruidas eran aptas para elaborar discursos acerca de nociones complejas: un tratado comercial, una oración religiosa, una declaración de leyes, la fabricación de una herramienta de bronce… Las raíces, derivados y compuestos del protoindoeuropeo y protosemítico presentan suficiente diversidad para ello, mientras que los preprotoeuskera y protoeuskera de Lakarra no cuentan ni siquiera con muchas pistas acerca de su gramática, sintaxis, aspecto y tiempo del verbo, etc. En tales condiciones, mientras no se dé explicación al problema de cómo expresaban los (pre)protovascos los conceptos habituales de la época, la lengua reconstruida por el profesor de la UPV es inadmisible por su exagerado primitivismo.

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• Miércoles, Abril 24th, 2013

En el capítulo sexto se mencionan los cambios frecuentes que han ido sufriendo algunas de sus etimologías:

6. El modelo de reconstrucción de algunas palabras ha cambiado a veces radicalmente a lo largo de los años, lo cual revela gran inseguridad en las conclusiones así como una continua improvisación

La andadura de la teoría de la raíz monosilábica se inició en 1995, y en estas casi dos décadas de trabajo salta a la vista que se han producido grandes modificaciones sobre la marcha. Aunque el profesor de la UPV tiene la tendencia de presentarnos sus ideas como un modelo de reconstrucción exacto y fiable, lo cierto es que las dudas, rectificaciones y bandazos constantes han venido caracterizando su trabajo. Como explica el propio Lakarra, en cierta ocasión sólo tres años después de presentar una serie de etimologías ya se vio obligado a reconocer algunos errores:

“En un trabajo en homenaje a de Rijk (Lakarra, 2002b) reuní una serie de etimologías que en su mayor parte habían sido presentadas anteriormente y con las que todavía me siento, en general, conforme. Junto a bases de reduplicaciones parciales (…), aislaba allí formas como *gi, *la y *sa en gibel «hígado, detrás», gizen «grueso», lagun «compañero», labain «resbaladizo», sabel «vientre», samin «dolor profundo», etc. Es con estas últimas con las que no estoy ahora de acuerdo y considero que no debí presentar tales propuestas pues van contra el fundamento mismo del paradigma reconstructivo en el que estoy embarcado: la forma canónica de la raíz” (Lakarra 2005: 427-428).

No es éste el único caso en el que el profesor experimenta cambios de opinión. En 2009 en pleno discurso de entrada en Euskaltzaindia hizo derivar alu del latín ualuu, pero en 2011 rectifica y lo hace derivar por el contrario del también latino aluu (Lakarra 2011: 104). Más radicales son las vacilaciones en otras etimologías, en las que se pasa de postular el origen en un préstamo a derivar las palabras de un término patrimonial antiguo, o las que suceden cuando, aun manteniendo su defensa de la antigüedad de una palabra, inventa nuevas etimologías a cuál más imaginativa. Ejemplo paradigmático de lo primero es el caso de ard(a)o ‘vino’, para el que propuso inicialmente un origen castellano en arándano > ardano > ard(a)o, mientras que últimamente considera que procede de una protoforma *e-da-ra-dan-o (Lakarra 2011: 23, 104), formada por raíces protovascas.

Ejemplo de la segunda forma de proceder es lo propuesto para ezker, que ahora, frente a lo dicho anteriormente, propone derivar de *her-tz-gu-ger. En sus propias palabras «Lakarra (2002)-n *ez-ger proposatu nuen baina hori ezin liteke ongi izan, ezeztapena *eze baitzen» (Lakarra 2011: 106). Nos sorprende mucho que la nueva propuesta del profesor de Gasteiz, que en teoría debería ser más perfecta y fiable, resulte ser más rebuscada que la anterior y por tanto menos creíble.

En otras ocasiones la provisionalidad en sus reflexiones es tal, que el autor tiene que realizar matizaciones de ultimísima hora, estando el artículo a punto de imprimirse:

“87. Despues de entregado este trabajo a la imprenta caigo en la cuenta (cf. n. 79) que un *e-dazun (cf. e-n-zun ‘oir’, con repercusion de -n-) es a *e-da-don > [> jagon‘cuidar, vigilar’] como e-ra-bili‘utilizar’ a e-ra-n-zun ‘contestar’ (mismo comentario que en e-n-zun); de ahi, por metatesis (cf. iduri‘ parecer’ o ediren‘encontrar’en Lakarra 2006c y 2007a), llegariamos a *ezadun > ezaun y solo luego de ahí (no al reves) ezagun, con la -g- que soluciona el hiato tambien en nagusi ‘mayor, amo’, bigun‘debil’, egarri ‘sed, sediento’, igerri ‘adivinar’, el jagon ya citado y en bastantes más que quisiera estudiar en otro lugar (cf. Lakarra en prep.-1)” (Lakarra 2008: 330).

Con tantas vacilaciones, nos preguntamos con el debido respeto si la expresión «guztiz desbideratua» (Lakarra 2011: 108), que utiliza para definir su primera etimología de itsaso, no podría ser aplicada a toda su teoría.

Es natural que una teoría en construcción sea un proceso en el cual se van modificando algunos puntos de vista con el tiempo. Lo malo es que los bandazos que ha dado estos años no parecen animarlo a defender sus ideas con mayor prudencia, y a la hora de criticar teorías alternativas emplea su modelo de reconstrucción como si fuese una teoría asentada.

Por ejemplo, el profesor de Gasteiz ha pretendido refutar las propuestas de investigadores de probada solvencia en el estudio del idioma ibérico, que identifican el ibero laur con el lau(r) vasco (Ferrer i Jané, Orduña Aznar). Según Lakarra este parecido es simple casualidad, ya que lau(r) procede supuestamente de labur por medio de una evolución *da-bur > labur > laur.

Años antes había defendido una evolución completamente diferente desde *laC-ahur > laur, que el propio autor termina admitiendo como “injustificable” (Lakarra 2010: 213-214). En este último artículo se puede observar en general un gran desorden de ideas, innumerables vacilaciones, arrepentimientos de etimologías anteriormente expuestas, deficiencias argumentativas, etc. Todo lo cual no impide al filólogo vizcaíno asegurar en sus conclusiones:

“Creemos que nuestro trabajo muestra una vez más la inverosimilitud de las hipótesis vasco-ibéricas, entendidas bien como relación genética entre ambas lenguas, bien como prestamos debidos a un contacto lingüístico significativo constatable entre ellas” (Lakarra 2010: 191).

A nuestro juicio, consideramos criticable que Lakarra tenga el valor de afirmar que ha logrado refutar las interpretaciones de estudiosos que trabajan sobre fuentes epigráficas reales, en base a un artículo redactado de forma caótica, esgrimiendo hipótesis controvertidas y etimologías tan precarias que tuvieron que ser abandonadas un tiempo después de ser enunciadas.

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• Martes, Abril 30th, 2013

En el capítulo 15.  se comenta que algunas propuestas van frontalmente contra la cultura, historia y el genio del idioma:

15. Algunas propuestas chocan frontalmente con la cultura vasca, la historia y hasta con el genio del idioma

Detengámonos un momento en la etimología de ogi ‘pan’. Según el profesor esta palabra viene de hor ‘perro’ y el sufijo -gi mediante un proceso *hor-gi > *hohgi > *ohgi > ogi (Lakarra 2011: 110). Como apoyo a sus hipótesis cita el refrán de fines del siglo XVI Ogiagaz ura, oragaz eroen elikatura ‘pan y agua, alimento de los locos y el perro’.

El estudioso no parece entender que se trata de una expresión jocosa, en la que en ningún caso se enuncia que el pan a secas sea el alimento por excelencia de los perros, sino por el contrario se enuncia que a los seres trastornados o subordinados por la sociedad se les condena una alimentación deficiente, que no se tienen muchas contemplaciones con ellos. No existe ninguna sociedad donde el pan haya sido considerado alimento por excelencia de los perros, sino que desde siempre se ha tomado como el alimento básico del ser humano.

Es inconcebible que los vascos antiguos definieran al pan como alimento perruno, cuando precisamente existe el dicho popular Ogiaren gastatzea bekatü da (Azkue 1935: 254). Por otra parte, si analizamos en profundidad la etimología de Lakarra a nivel filológico, aún resulta más inaceptable. Según el autor ese -gi procede de un antiguo prefijo gi- que significaba ‘materia, trozo, carne’, que se convirtió en sufijo evolucionando hasta -ki (Lakarra 2011: 77). El caso es que este último cuando se añade a un animal manifiesta un sentido concreto: con eper da lugar a eperki ‘carne de perdiz’, txerriki es ‘carne de cerdo’, oilaki ‘carne de gallina’, y xakurki ‘carne de perro’. Según este modelo, *horgi habría significado para los vascos arcaicos, protovascos o preprotovascos algo así como ‘carne de perro’. A menos que nuestros antepasados adulterasen los panes con restos de animales, ponemos en seria duda que se pudiese inventar semejante expresión para definir al pan.

Hay muchos más aspectos en los que la propuesta se demuestra muy poco creíble. El DGV cita la existencia de citas de (h)or en las que se presenta una -a constitutiva, por lo que parece que la forma primitiva fue (h)ora. Es posible por tanto que la palabra surgiera como deverbativo de oratu ‘morder’[1], como una raíz extraída del verbo, siguiendo un proceso oretu/oratu ‘hacer masa, hacer presa’ (cf. *lohi-tu ‘coger cuerpo’ > lotu ‘atar’, ‘sujetar’, ‘agarrar’) > (g)oratu ‘agarrar’, ‘asir’, ‘morder’ > ora- ‘mordedor’, ‘que muerde’ > (h)ora/(h)or ‘perro’.

Si así fuera, dado que el sufijo -tu, según la opinión más generalizada, procede del supino latino, no podríamos aceptar la existencia de hor(a) para épocas anteriores a la romanización, ni en el preprotoeuskera, el protoeuskera ni aun siquiera en el euskera arcaico. En este sentido ignoramos en qué marco cronológico clasifica Lakarra la formación de *horgi, ya que como de costumbre no indica nada al respecto.

El DGV indica que ogi en los dialectos septentrionales presenta la acepción de ‘trigo’, ‘campo de trigo’. Desde nuestro punto de vista consideramos que habría que investigar primero si no fue éste el significado original de la palabra, ya que la evolución semántica desde ‘trigo’ a ‘pan’ es mucho más razonable que la que se propone desde ‘carne de perro’. El mismo diccionario aporta la palabra ogitza ‘montón de granos de trigo’, según Azkue propia de Baztán y Roncal. En nuestras indagaciones hemos podido encontrar un caserío Ogitza en Elorrio, que existe como poco desde 1515 (Bidart 2006: 95), en el que existía un importante molino. Suponemos que esto sería una prueba contundente de que al principio ogi también significó ‘trigo’ en el extremo occidental, pues el caserío recibiría su nombre de los montones de cereal almacenados para la molienda.

No pretendemos dictar a nadie cuál debe ser la etimología correcta para ogi, ni mucho menos queremos jugar a ser mejores filólogos que los profesores de Gasteiz. Solamente tratamos de resaltar las graves deficiencias de la propuesta de Lakarra (que hace poco caso a infinidad de aspectos cruciales), recordando que existen vías alternativas que merecen ser estudiadas. Si no tomamos en consideración todos los datos que nos pueden ayudar a reconstruir la historia de cada palabra, de nada sirven las buenas intenciones vertidas en la memoria del proyecto Monumenta Linguae Vasconum acerca de la profesionalidad, toma en consideración de todas las variantes dialectales, periodización de la lengua, etc.


[1] Para oratu el profesor vizcaíno propone su derivación desde el castellano coger (Lakarra 2009b: 44), lo cual no pasa de ser otra etimología insólita y poco creíble.

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• Lunes, Diciembre 23rd, 2019

Saber de dónde cobra cada uno está bien. Porque eso influye en el discurso que defiende cada uno-a. La entrevista realizada a Gorrochategui  en el Diario de Noticias nos ha dado mucha información Gorrochategui Diario de Noticias. (Han quitado el link a la noticia. ¿no será porque la criticamos abiertamente en el blog en euskera varias veces? pero la puedes leer abajo integramente)

Queremos invitaros a leerla en su totalidad y a reflexionar sobre el contenido que hay detrás de cada párrafo. Es decir, a leer entre líneas. Aquí se ve claramente que el Ministerio de Cultura español -le han dicho que pague a Industria para disimular- destina una fortuna a tres proyectos a través de los 15 trabajadores y 10 becarios que tiene aquí (25 en total!!!!!! Más que el personal investigador de Euskaltzaindia). Estos son algunos de los párrafos más interesantes:

-Trabamos en muchas líneas de investigación que no tienen soporte económico, pero en este momento (dirurik dago ala ez?) el grupo tiene en vigor tres proyectos financiados por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad: El primero, que soporta toda la investigación de los compañeros que trabajan sobre la historia de la lengua vasca, se llama Monumenta Linguae Vasconum. El segundo es un proyecto sobre lenguas y epigrafías paleohispánicas, que va en coordinación con la Universidad Complutense y la Universidad de Zaragoza, y que es el que yo coordino. Su objetivo es investigar sobre las lenguas prerromanas de la península ibérica. Y el tercero, que está enfocado en la tipología lingüística, estudia el fenómeno de la animacidad en las lenguas. En total estamos 15 o 16 profesores fijos dedicándonos a la investigación más otro grupo de doctores, doctorandos y becarios que son casi otros 10. Seremos unas 22 o 25 personas, pero esta parte de los investigadores jóvenes va rotando.

¿Tienen alguna publicación importante en ciernes?  (ya se ha publicado este libro)

-Para finales de este año el grupo va a sacar el libro Historia de la Lengua Vasca, que va a ser publicado por el Gobierno Vasco en euskera y en castellano. Se acaba de entregar en la imprenta. Es un libro bien gordo que va a llenar un hueco importante, porque veíamos que no existía un escrito de este tipo para alumnos especializados, de máster y lingüistas que no sepan exactamente sobre la lengua vasca pero que quieran conocer su historia. Y por supuesto también para cualquier persona interesada.

Gracias al dinero pagado por Madrid (y con el dinero destinado por el Gobierno Vasco a la imprenta) sabremos cuál es la historia de nuestra lengua. ¡Qué asombroso! ¿Por qué Madrid gasta una fortuna que no gasta en la historia del catalán o del gallego? ¿Qué le importa a Madrid la historia del euskera, si es una lengua aislada o no, y todas las demás cuestiones, cuando vemos continuamente que está en contra de su normalización? ¿Por qué el Gobierno acepta difundir en su nombre una cosa pagada e “investigada” por Madrid? Es decir, ¿por qué acepta la extensión del discurso creado por Madrid? (Al igual que la Euskaldunización tardía de ETB, ¿difundir una teoría que nos viene de un investigador de Madrid como si fuera nuestra?)

El Gobierno español sabe (mejor que nosotros) que la teoría del aislacionismo del euskera no nos hace más fuertes, sino más débiles. Sabe perfectamente lo importante que es no desvelar la historia y el origen del euskera.

A la vista de las raíces más antiguas de todas o de muchas lenguas (ama=madre, ata=padre, ur=agua, iz=agua, aran=valle…) parece que entre todas las lenguas hay algún tipo de relación (grande, mediana, pequeña o muy pequñea) y que dependiendo de la época en que unas lenguas se diferenciaron de otras puede haber un grado de relación u otro. Si el euskera se diferenció de otras lenguas europeas hace 8.000-15.000 años (cuando comenzó el sedentarismo), no puede tener el grado de similitud que tienen las lenguas que se han diferenciado hace 1.500 años, pero sí al menos una relación fundamental que nos muestra la toponimia.

En eso consiste, en nuestra humilde opinión, el trabajo de los mercenarios culturales que Madrid tiene aquí en Filología Vasca: crear la historia y la lingüística que nuestros rivales quieren.

Y otro dato interesante sobre la obra de lenguajes paleohispánicos que dirige Gorrochategui. Cuando se le pregunta en el congreso de Paleohispánica que se celebra a nivel peninsular sobre las palabras idénticas del ibérico con el euskera, responde casi siempre que no tienen nada que ver (como lo de Lakarra entre los números ibéricos y los vascos). Eso sí, después de comer y bebiendo un poco de vino (y fuera del micrófono) una vez visitaron un pueblo ibérico y una vez le volvieron a preguntar porque el nombre del monte de al lado se parecía al euskera, y ahí dijo que podía que se le pareciera un poco.

Es decir, a Gorrochategui le pagan para eso: para defender que no hay semejanza entre el ibérico y el vasco.

Los que afortunadamente están en los congresos Paleohispanica, con lo que dice Lakarra sobre los números y la actitud de Gorrochategui hace tiempo que se han dado cuenta para qué están ahí.

¡No es de extrañar que, además estas grandes subvenciones, le hayan dado un sillón en la RAE a Gorrochategui!

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Noticia completa

Joaquín Gorrotxategi lingüista, investigador y profesor de la upv/ehu: “El origen del euskera siempre ha tenido interés porque es una lengua aislada. No sabemos de dónde viene”

Doce grupos han comenzado a darle vida por fin al centro Micaela Portilla. Gorrotxategi, un histórico de la Facultad de Letras, es el investigador principal de uno de ellos.

Carlos Mtz. Orduna José Ramón Gómez – Domingo, 4 de Junio de 2017

Vitoria- Joaquín Gorrotxategi (Eibar, 1953) comanda el grupo de investigación sobre Historia de la Lengua Vasca y Lingüística Histórico-Comparada instalado ya en Micaela Portilla y coordina uno de sus proyectos financiados actualmente por el gobierno central, el dedicado a las lenguas y las epigrafías paleohispánicas. Profesor en la Facultad de Letras de la UPV/EHU, de máster y de las aulas de la experiencia, dirige también el doctorado de Lingüística y en su día fue una de las primeras voces en cuestionar la autenticidad de los hallazgos de Iruña-Veleia, entre otros “muchísimos frentes” en los que ha estado inmerso. Ligado a la facultad referente del campus de Gasteiz desde su creación en 1987, el lingüista ha acogido “con gran alegría” la apertura del centro de investigación en letras, que ha permitido acabar con los graves problemas de espacio que históricamente han afectado tanto a él como a sus colaboradores.

¿Qué puede contar, ‘grosso modo’, sobre el grupo de investigación que coordina aquí en Micaela Portilla?

-Como su nombre indica, el grupo está conformado por gente que trabaja en la historia de la lengua vasca y que estudia los documentos y textos que existen de ella hasta el presente, aunque nos producen más interés los testimonios, por ejemplo, del siglo XVI que los de 1975. También estudiamos textos de otras lenguas antiguas. Hablamos tanto de la historia externa de la lengua, de sus testimonios, de cómo ha sido evolucionando o de cuántos hablantes ha tenido a lo largo del tiempo, como de su evolución interna, de su historia interna. De cómo el vasco de 1930 no es igual que el de 1570, de cómo han ido evolucionando las estructuras de la propia lengua. Esas dos cosas son el enfoque de nuestra investigación y nuestra docencia.

¿Y en qué líneas están trabajando en estos momentos?

-Trabamos en muchas líneas de investigación que no tienen soporte económico, pero en este momento el grupo tiene en vigor tres proyectos financiados por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad: El primero, que soporta toda la investigación de los compañeros que trabajan sobre la historia de la lengua vasca, se llama Monumenta Linguae Vasconum. El segundo es un proyecto sobre lenguas y epigrafías paleohispánicas, que va en coordinación con la Universidad Complutense y la Universidad de Zaragoza, y que es el que yo coordino. Su objetivo es investigar sobre las lenguas prerromanas de la península ibérica. Y el tercero, que está enfocado en la tipología lingüística, estudia el fenómeno de la animacidad en las lenguas. En total estamos 15 o 16 profesores fijos dedicándonos a la investigación más otro grupo de doctores, doctorandos y becarios que son casi otros 10. Seremos unas 22 o 25 personas, pero esta parte de los investigadores jóvenes va rotando.

¿Tienen alguna publicación importante en ciernes?

-Para finales de este año el grupo va a sacar el libro Historia de la Lengua Vasca, que va a ser publicado por el Gobierno Vasco en euskera y en castellano. Se acaba de entregar en la imprenta. Es un libro bien gordo que va a llenar un hueco importante, porque veíamos que no existía un escrito de este tipo para alumnos especializados, de máster y lingüistas que no sepan exactamente sobre la lengua vasca pero que quieran conocer su historia. Y por supuesto también para cualquier persona interesada.

La primera ‘criatura’ del Micaela Portilla, aunque habrá llevado un largo trabajo….

-Exacto, porque llevamos trabajando en ella cuatro años o así. Estos proyectos siempre se alargan en el tiempo, que no en el costo, como sí sucede en otros lugares (sonríe). Aunque ya estamos acostumbrados, nos cuesta muchísimo acomodarnos a los límites presupuestarios oficiales.

¿Seguimos en una época difícil para la investigación?

-Sí. Para la compra de bibliografía, para realizar publicaciones o asistir a congresos nos apañamos. Pero lo que notamos siempre y necesitamos, porque nos parece muy escasa, es la ayuda en personal. Y la crisis ha afectado mucho a esto. Antes, el propio ministerio daba un becario cuando concedía la financiación a un proyecto, pero eso ha desaparecido totalmente. Ahora te dan la financiación para que funciones pero te quitan lo importante, el personal, que es lo que realmente cuesta y el que hace la investigación.

Y tiene que vivir.

-Y tiene que vivir. Y además, hay que ir generando un recambio entre investigadores. Esto se va transmitiendo, a investigar se va aprendiendo. Porque esto se aprende viendo a los profesores y trabajando con ellos. Tenemos un grave problema, que los profesores fijos más jóvenes tienen ya 50 años. El relevo está muy complicado, y por el momento no se ve ninguna recuperación. Las becas siguen siendo pocas, al menos en nuestras áreas.

Pese a honrosas excepciones como la puesta en marcha de esta infraestructura, ¿se sienten un hermano pobre respecto a las otras ciencias?

-Sí, pero no aquí en el País Vasco, sino en general, porque esta facultad siempre ha sido puntera en el ámbito de la investigación. Pero está claro que las humanidades no reciben tanto dinero como otras áreas. Hay muchas ayudas del ministerio que van enfocadas a áreas muy específicas de las ciencias, pero en nuestro caso no hay nada. Y tenemos que ir al saco común.

¿Qué ha supuesto para su grupo mudarse a unas instalaciones tan modernas como éstas?

-El grupo está trabajando desde hace muchos años, pero nunca hemos tenido ningún lugar fijo como éste. Cada cual trabajaba en su despacho y los becarios en su casa, así que ha sido una gran alegría. Todavía nos estamos situando y adecentando y rellenando el espacio con mobiliario y ordenadores, para lo que vamos a necesitar tiempo hasta final de curso. Básicamente, esto significa que los becarios que no tenían ningún lugar en la facultad para hacer su investigación ya pueden venir aquí y tener ese lugar. Y que nosotros los investigadores tengamos también un espacio amplio para hacer reuniones y todo lo relacionado con la investigación que antes no podíamos por falta de disponibilidad. Teníamos un problema de espacio muy grave.

¿Y qué ventajas aporta tener a otros grupos de investigación tan cerca, trabajando en este mismo edificio?

-Justo aquí al lado, por ejemplo, tenemos un grupo que trabaja en la historia medieval. Algunos especialistas nuestros a los que les interesan los datos vascos, por ejemplo la toponimia o las palabras que aparecen en los manuscritos medievales, ahora lo tienen muy fácil para intercambiar información y documentación. Se crean sinergias. Estando separados es más difícil, porque además hay una tendencia a aislarse más. Aquí se irá generando la tendencia contraria, es inevitable: Comentar más y compartir conocimientos. Además, este edificio va a dar cobijo más adelante a la escuela de máster y doctorado.

¿Qué puede aportar el Micaela Portilla a Vitoria, socialmente y desde el punto de vista del conocimiento?

-A los grupos que ya estábamos aquí nos va a dar una mayor comodidad, lo cual es de agradecer. Seguiremos haciendo lo que hemos hecho hasta ahora pero en mejores condiciones, lo cual supone que lo haremos de forma más agradable y que eso tendrá buenos resultados para todos.

¿El origen exacto de la lengua vasca sigue siendo un enigma?

-El origen del euskera siempre ha tenido interés, tanto aquí de forma más general como para los lingüistas de todo el mundo, porque es una lengua genéticamente aislada. Esto significa que no la hemos encontrado parientes como al español, que los tiene con el resto de lenguas románicas, cuya fuente es el latín. Tampoco está atestiguada la fuente del alemán, aunque sepamos que es hermano del inglés, del holandés e incluso del sueco. La conclusión es que todas estas tienen una fuente común, el protogermánico, pero que no está documentada ni creemos que se vaya a documentar nunca, porque debía estar hablado en un lugar y en una época en la que esa gente no conocía la escritura. Lo que pasa con el vasco es que esos parientes no se han encontrado, aunque se hayan hecho cantidad de propuestas en los últimos 150 años. Se la ha comparado con un montón de lenguas, pero eso no ha convencido a la mayoría de los lingüistas. No sabemos cuál es su fuente porque no tiene hermanos. La pregunta es… ¿de dónde viene el euskera? No lo sabemos porque no tiene familia.

Se dice que es la lengua más antigua de Europa.

-Esa es una afirmación que no tiene sentido, porque ¿qué significa la lengua más antigua de Europa? La pregunta es… ¿estuvo la lengua vasca en el sitio donde está ahora antes que el resto de todas las lenguas? Yo diría que sí, pero no sé si es la más antigua de Europa. Lo que sí ha ocurrido es que por algún factor tanto interno como externo, porque las circunstancias le fueron favorables en un momento crítico, la lengua vasca no se extinguió. Todas las lenguas, como las poblaciones, tienen boca de embudo, pero si logran pasarla tienen buenas expansiones. Por ejemplo, nadie hubiera dicho en el año 1.000 que el inglés fuera a dominar el mundo.

Por lo que se sabe a ciencia cierta, ¿dónde y cuándo se constata su presencia por primera vez?

-El origen del euskera está en donde tenemos los primeros testimonios, que son en la antigüedad, en los pirineos centrales y occidentales, en la época romana. Cuando la gente de aquí empezó a escribir, porque antes no sabía, empezó a dejar restos de la lengua que hablaban. Testimonio de texto escrito en vasco antiguo con claridad no hay ninguno. Lo que sí tenemos son nombres que claramente remiten al vasco que conocemos históricamente y que aparecen en inscripciones latinas, que se encuentran en los Pirineos, sobre todo en el norte. Pero la documentación antigua es escasita, y esa escasez hay que cubrirla con hipótesis y extrapolaciones.

Usted tomó parte en la comisión foral que concluyó que las inscripciones en euskera de Iruña Veleia eran falsas. ¿Cómo afectó este caso a la labor de los investigadores?

-Desde que esto es público, no he visto a ningún lingüista histórico ni a nadie que haya dicho que esas inscripciones sean verdaderas. Hay cuestiones que desde el punto de vista lingüístico son insostenibles, hay muchísimos problemas para aceptarlas. A mí este tema me afectó mucho, porque en buena medida nos obsesionó, y teníamos una opinión pública muy dividida. Además, recayó mucha responsabilidad sobre las espaldas de los lingüistas, cuando todavía hoy se sostiene bastante que los argumentos lingüísticos son de segundo nivel, y que los válidos son los de los laboratorios. Los laboratorios pueden decir algo, pero no pueden decirlo todo. Y a veces eso que dicen no valdrá para nada. Es un tema que ha durado muchísimo y no sé para qué. Aunque no es sólo en este caso, creo que la Justicia española está enterrada en papel.

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• Sábado, Enero 25th, 2014

Lakarra, viendo los infordes de Eduardo Orduña del 2005 y el de Ferrer i Jane del 2009, completa este artículo dirigido a Javier de Hoz:  Nota sobre numerales (proto)vascos y comparación vasco-ibérica: 4937-18303-1-PB.

Así lo resume el mismo Joseba:

Analizamos las propuestas sobre numerales vasco-ibéricos de Orduña (2005) y Ferrer i Jané (2009) desde el punto de vista de la gramática histórica vasca.
Además de la inexistencia de correspondencias vasco-ibéricas ni de reconstrucción alguna de la proto-lengua vasco-ibérica (hecho reconocido por los propios autores), las supuestas similitudes presentadas no respetan las leyes evolutivas de los sonidos vascos estudiados (aspiración y diptongos, fundamentalmente) ni su cronología.
La hipótesis del préstamo resultaba ya inverosímil ante la reducida (y lejana) extensión del territorio de habla íbera como 1.ª lengua (v. de Hoz 2009) y la inexistencia de préstamos latino-románicos inferiores a mil; ahora, además, observamos que la mayor parte de los numerales reciben explicaciones léxicas ymorfológicas intravascas satisfactorias, hecho imposible si se tratara de préstamos.
En el primer apéndice analizamos hiri ‘ciudad’, tal vez el supuesto préstamo ibérico más famoso, mostrando la debilidad de los fundamentos de tal creencia y la posibilidad de explicarlo (de manera conjunta con (h)iri ‘cerca’, desatendido habitualmente) por reconstrucción interna.
En el 2.º apéndice se reúnen una serie de notas sobre el origen de bat
‘1’ y bi ‘2’, necesariamente más especulativas que las relativas al resto de numerales.
Creemos que nuestro trabajo muestra una vez más la inverosimilitud de las hipótesis vasco-ibéricas, entendidas bien como relación genética entre ambas lenguas, bien como préstamos debidos a un contacto lingüístico significativo constatable entre ellas.
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• Domingo, Abril 28th, 2013

En el capítulo 12 se comenta que algunas propuestas de evolución son insólitas:

12. Algunas evoluciones propuestas son insólitas

Es tónica general que gran parte de las etimologías presenten problemas morfológicos, fonológicos y semánticos muy graves, que las convierten en improbables, por no decir virtualmente imposibles. Tenemos los ejemplos de *goi-bar ‘arriba-debajo’ > *gwibar > *bi-z-bar > bizkar (Lakarra 2011: 105).

La evolución fonética que se postula es muy violenta, aparte de no tener en cuenta que bizkar ya aparece desde antiguo. El DGV menciona su aparición en toponimia medieval: Lopp de Biscarra (1174), Mutilua vizcarra (1283), Asta Bisquarra (1284). Trask anota como opinión comúnmente aceptada que la palabra es la fuente del nombre Bizkaia (Trask 2008: 146). Insólita es también la evolución *goi-hegi > *gwi-egi > *biegi > begi. No se aporta explicación alguna de por qué el primer miembro del compuesto experimenta tan violenta deformación, mientras que el segundo queda prácticamente indemne.

Con todo, las etimologías de bizkar y begi se quedan en nada comparándolas con la de *goi-*dodani ‘poner encima’ > *gwi(d)odani > *bionani > *bonani > *banani > *bâhâhî > mahain (Lakarra 2011: 110). La cantidad de cambios fonéticos, la arbitrariedad de la que hacen gala, y por decirlo con rotundidad, lo retorcido en general de la propuesta, convierten esta etimología en un modelo de excesos etimológicos, si se nos permite la expresión.

Otro tanto podemos decir de cosas como *edun-heben-i > *ewhebeni > *efe.eni > efini, ibeni, imini, ipini (Lakarra 2011: 108), de supuestos compuestos entre préstamos y léxico patrimonial como ceruu-oin > orein (Lakarra 2011: 110), o de evoluciones defendidas para aparentes préstamos puros como timbal > *dilbal > *dibal > *di.al > *digal > gidal ‘pierna’ o herba > erbar > berar > belar/bedar (Lakarra 2009a: 579),  donde se encajan interminables cambios fonéticos trastocando lo que sea necesario con tal de legitimar las propuestas del profesor vizcaíno.

¿Y qué decir de etimologías tan increíbles como Siriu-za > izar (Lakarra 2009b: 44), por cierto sin rastro alguno del obligado asterisco * que indica formulación meramente hipotética, o la de Lat. timor > *tirmor > *dirmor > *dirbor > *birdor > *birdur/*berdur > bildur/beldur (Lakarra 2011: 105), cuya evolución fonética es tan truculenta que carece por completo de trazas de verosimilitud?

Hablando de préstamos y fonemas que gustan de cambiar de aspecto, no podemos pasar la ocasión sin citar el caso de caninu > *aninu > *âhîhû > *a.îhû > *agîhun (ala *ha.î.û?) > *hagiun > hagin (Lakarra, 2011: 107), que acumula tantas mutaciones de sonidos y tan poco probables que sólo por el principio de economía ya resulta sospechoso en cuanto a fiabilidad[1], y eso sin contar algunas conclusiones mucho más inquietantes que podemos obtener si tratamos de encajar su evolución con la seguida por compuestos de esta misma palabra.

Reflexionemos un momento sobre letagin/betagin ‘colmillo’. Siguiendo la opinión común, recogida en Mitxelena, Trask, Morvan y el DGV, Lakarra considera que procede de un compuesto *begi-hagin > betagin ‘muela del ojo’. Por nuestra parte nos parece una etimología lógica que aceptamos. Ahora bien, recordando que según el profesor vizcaíno hagin procede de caninu, primero debemos suponer que hagin es más antiguo que el compuesto letagin al que dio lugar. Esto nos sugiere un panorama en el que en época todavía romana se empezó a producir la transformación de caninu en hagin. Como Lakarra describe hasta cinco estados fonéticos intermedios entre uno y otro, debemos suponer que el proceso llevó un tiempo hasta cumplirse del todo, lo que nos coloca como poco en plena Edad Media.

No se sabe por qué extraños motivos, después de tan dramáticas transformaciones una vez llegados a hagin la palabra quedó completamente paralizada en el léxico vasco sin alterarse hasta la actualidad. A continuación debemos suponer que se juntó con begi, que también tras un breve periodo de cambios radicales, quedó paralizado en la estructura que ha llegado hasta nosotros. Más tarde ambas palabras se fueron fusionando, sufriendo una evolución b- > d- > l- hasta producir letagin, que vuelve a pararse en el tiempo, apareciendo en la literatura vasca desde 1627 en Etcheberri de Ziburu, en una variante telagin que presenta metátesis consonántica.

Si ya en aquellos años había sufrido esta alteración sobre letagin, esto quiere decir que la voz se usaba desde mucho antes, como poco en el léxico medieval vasco, así que caninu tuvo que correr mucho para transformarse en hagin, este último debió darse prisa para juntarse con begi haciéndolo mutar a bet- (aunque sin perder nada por el camino), y después la transformación b- > d- > l- tuvo que producirse a ritmo verdaderamente acelerado para llegar casi sin resuello al siglo XVII.

Sinceramente, no nos salen las cuentas temporales, y creemos que nos encontramos ante una incongruencia glotocronológica evidente. Acúsenos si se quiere de ignorancia, de falta de preparación filológica, de errores de cálculo o de lo que corresponda. El esquema que se nos ofrece no nos satisface, ni creemos que pueda satisfacer a muchos otros, entre otras cosas porque violenta el principio de economía, al defenderse un proceso evolutivo lleno de anomalías, con palabras que evolucionan meteóricamente durante una época para a continuación quedarse congeladas en el tiempo, recuperando enigmáticamente su vitalidad al juntarse con otras voces. Mucho tendrá que argumentar Lakarra en el futuro para que semejantes propuestas puedan ser admitidas como algo lógico y normal.

Después de todo lo visto, no nos extraña que el profesor de la UPV llegue al punto de desentenderse por completo no sólo de lo aportado por etimologistas anteriores, sino hasta de la misma lógica del idioma, proponiendo etimologías tan carentes de fundamento como *e-da-don-i > *edodani > *edonani > *eunani > unai(n) (Lakarra 2011: 111), cuando para Mitxelena, Trask y otros autores unai(n) es un bastante probable compuesto de zain ‘guardián’ con el mismo tratamiento fonético de igurai(n) y urdain (Trask 2008: 220, 356).

¿Sería demasiado atrevido sugerir que todas las críticas que Lakarra vierte sobre los comparativistas, acerca de su tendencia a manipular y falsificar la realidad, por deformar las palabras a su conveniencia para demostrar parentescos que no lo son, se podrían aplicar punto por punto a la metodología reconstructiva del propio profesor vizcaíno?


[1] Ya el primer paso, con la desaparición instantánea y sin dejar rastro de la c-, entra en conflicto directo con lo que sabemos de fonética vasca. Las c- suelen dar lugar en préstamos de cierta antigüedad a g- (corpus > gorputz, camara > ganbara), manteniéndose el sonido en los dialectos y rincones más conservadores en este aspecto (korputz, kanbara). En los pocos casos en los que la oclusiva sorda inicial termina desapareciendo (cupella > upel(a), cavea > abia), el proceso se culmina únicamente en puntos concretos del territorio, quedando ejemplos de situaciones intermedias con k-, g- y h- repartidas en la mayor parte de los dialectos. Ilustrativo es el extenso repertorio que nos aporta el DGV para upel(a) (kupel(a)/kupla/gup(h)el/dupel/kubel/kuel), que en el caso de abia es exhuberante: habia (V, Sal, S, R; Mic 8r, SP, Lar, Lecl, Añ, Gèze, Dv (S), H (+ abia (V)), habi (V, G-azp, S, R), kabia (det., Lar, Añ, H), kabi (G, AN; Is 174, Dv (V, G), Lh), afia (V-gip; Lcc), apia (V-och-gip; H (s.v. kafia)), api (G-goi, AN-gip), kafia (AN, L, BN-baig, Ae; Dv (L); det., SP, Lar, Añ (AN), Arch VocGr, H (L)), kafira, kafi (ANmer, B, BN-mix; Lh), aabia (V-gip), aapi (G-goi), aapia (V-gip), aafia (V-gip), abira, aubi (V-arr), gabia (Dv (gabi V, G), H (G)). Ref.: Bon RIEV 1909, 24ss.; VocZeg 287; VocPir 344; A (abi, abia, abira, api, kabi, kafia, aapi, aubi); Lrq; Iz ArOñ (aabixa, aafixa, aápixa), Als (kafiya); Etxba Eib (abixia, kabia); Izeta BHizt2 (kafi); Elexp Berg (afixa, apixa). Esto choca frontalmente con que hagin no tiene grandes variaciones, lo cual apunta a una palabra del léxico patrimonial común. Si viniera de caninu existirían seguramente variantes *kagin / gagin. El resto de evoluciones que propone Lakarra para caninu, donde observamos que a mitad del camino se queda la voz en esqueleto, sólo con vocales y aspiraciones, para a continuación migrar una h a la posición inicial, restituyéndose al final una n que termina tragándose la u, resulta inverosímil. Puestos a especular con los cambios fonéticos, caninu habría dado lugar en euskera a *gahi(ñ)u o algo parecido, no a hagin.

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• Jueves, Abril 25th, 2013

En el capítulo séptimo se critica su excesivo uso del comparativismo tipológico a la hora de justificar sus teorías:

7. Para justificar la teoría se recurre en exceso al comparativismo tipológico

No suele haber trabajo o publicación de Lakarra que se inicie sin una buena dosis de duras críticas al comparativismo, en un tono que a veces roza lo insidioso por las acusaciones de que sus defensores esconden supuestas intenciones ocultas. Se afirma taxativamente que es una metodología ya agotada, incapaz de aportar nada de valor en el conocimiento del euskera primitivo. Según su criterio solamente la reconstrucción interna tiene futuro, ya que no existe lengua en el mundo que tenga parentesco con el euskera.

Entre los argumentos que se ofrecen, se nos dice que el comparativismo cae en deficiencias científicas, al tomar palabras de decenas de lenguas, en las que por una simple cuestión de probabilidades siempre encontraremos algún paralelismo en unas u otras, sobre todo si manejamos las palabras vascas a nuestro antojo. En palabras textuales:

“Lo aquí reproducido puede servir para ilustrar la osadía, el desconocimiento y la intención tramposa y claramente falsificadora de los autores y, en general, de la corriente a la que pertenecen (…) En resumen (cf. Lakarra 1997b y 2003b), nos hallamos frente a préstamos, onomatopeyas, acepciones equivocadas, segmentaciones morfológicas erróneas, formas dialectales o demasiado recientes, análisis sobre inspecciones oculares de poco-más-o-menos o de sonsonete y otras hierbas, pero sin el más mínimo intento de justificar las correspondencias fonéticas o morfológicas de los supuestos cognados. Pese a lo que pueda considerar alguien con vocación de estar à la page, todo esto no supone precisamente un avance en la metodología de la lingüística comparada, ni ayuda a establecer bases más firmes para el estudio de parentescos de la lengua vasca que, no hace falta decirlo, serían tan remotos que difícilmente podrán ser jamás establecidos; nada nos autoriza a creer en espejismos o autosugestionarnos con chapuzas de aficionados como ha mostrado Trask (1997 y trabajos anteriores) en su crítica a la teoría na-dene-vasca, aun mostrándose este autor bastante indulgente –en nuestra opinión– en el estricto campo amerindio (cf. Trask 1996 y Campbell 1997)” (Lakarra 2006: 244, 245).

Podemos convenir con el profesor vizcaíno que la investigación del euskera primitivo se ha visto lastrada por no pocos excesos metodológicos. A primera vista la propuesta de concentrarse en la reconstrucción interna nos parece muy atractiva y científicamente irreprochable, de tal modo que aplaudimos su interés por mejorar el análisis del euskera primitivo. Lo malo es que en cuanto echamos mano a su obra, nos resulta chocante encontrar en ella el recurso constante a otro tipo de comparativismo, esta vez no en forma de comparación de raíces con vistas a defender el parentesco con algún idioma remoto, sino en forma de comparativismo tipológico, con la intención de justificar sus propias ideas.

Es decir, no se admiten comparaciones que prueben parentesco alguno, pero sí se usa y abusa de cualquier comparación de estructuras de composición, raíz o frase de otras lenguas en las que considere que existe un paralelismo que apoya sus postulados.

Como el profesor de Gasteiz se ve obligado a desarrollar un aparato lógico-argumentativo que dé credibilidad a su modelo de reconstrucción del idioma, su práctica habitual consiste en iniciar sus trabajos con largos discursos teóricos, en los cuales repasa volúmenes muy amplios de literatura filológica, por lo general sin relación alguna con la lengua vasca. Allí donde cree encontrar un autor que defiende modelos de reconstrucción de las lenguas de su especialidad según los parámetros de la «forma canónica» de la raíz, no duda en tomarlo como referencia, como si la visión que el especialista correspondiente defiende para idiomas a veces a miles de kilómetros fuera enteramente aplicable a nuestro caso.

A esto suelen seguir los esfuerzos dedicados a la reconstrucción interna del euskera, en los que por lo general suele fundamentarse primero en una interpretación peculiar de las ideas de Mitxelena, para a continuación desplegar sus conocidas etimologías. A fin de reforzar la bondad de sus interpretaciones, no duda en recurrir a la comparación morfológica y semántica con lenguas de todo el planeta. Cualquier comparación con los idiomas más variados parece legítima (y da la sensación de que cuanto más lejos se encuentren mejor), aunque sean sistemas de comunicación situados en coordenadas geográficas, culturales e históricas a años luz del euskera. No deja de resultar paradójico que Lakarra critique tan duramente los intentos de emparentar el euskera con otras lenguas, para acto seguido lanzarse a una comparación masiva de sus estructuras con idiomas con los que no tiene la más mínima relación.

Actuando así creemos que el profesor de la UPV está practicando con entusiasmo la misma metodología arbitraria e interesada que tanto critica en sus rivales comparativistas. Es fácil deducir que si trabajamos con una base de datos de lenguas de todo el planeta siempre encontraremos alguna coincidencia morfológica o semántica debida a la pura casualidad, con lo que tendremos datos para justificar nuestras propuestas, pero que en ningún caso demostrarían nada serio por proceder de un «rastrillado» masivo entre cientos de idiomas sin relación cultural o genética entre sí.

Similarmente, si tomamos toda la gigantesca literatura filológica de las últimas décadas, seleccionando las escuelas que nos parecen más próximas a nuestras ideas y descartando las opuestas, recortamos las palabras de ciertos especialistas insertándolas descontextualizadas como citas autorizadas, y amalgamando todo ello con un tratamiento fonético y etimológico de las palabras vascas en base a reglas ad hoc, creadas por uno mismo y sin antecedentes hasta ahora, se pueden justificar tranquilamente las ideas que se quieran justificar…

Mal que le pese al profesor Lakarra, aunque es cierto que las lenguas tienden a organizarse según esquemas regulares, ninguna de ellas se atiene a un único esquema fonético. Las formas canónicas, raíces y estructuras puras sólo pertenecen al mundo de la especulación entre especialistas, y raro es encontrarlas en lenguas reales, que evolucionan en cambio constante, fragmentadas en dialectos diversificados, y llenas de excepciones, irregularidades, formaciones expresivas, etc.

El modelo de Lakarra para el preprotoeuskera basado en una única estructura de raíz monosílaba CVC (consonante-vocal-consonante), que encima no puede unirse a otras raíces y prefijos más que siguiendo unas normas extremadamente restrictivas, difícilmente pudo existir en la vida real, ni hace tres mil años ni en épocas anteriores. Menos aún cuando lo que nos ofrece es un panorama de raíces excesivamente regulares (sin asomo alguno de las variaciones dialectales que se esperarían para épocas en las que no existían academias), como si, utilizando la jerga al uso, los preprotovascos de hace tres milenios ya hubiesen sometido su preprotolengua a un proceso de «preprotonormalización».

Asimismo su sistema de deducción y extracción de raíces es altamente discutible, y pese a los esfuerzos que dedica para demostrar la fiabilidad de su propuesta, reivindicando supuestos paralelismos en lenguas indoeuropeas, semíticas, chino-tibetanas, amazónicas o de lugares remotos, no se conocen lenguas reales, documentadas en textos, que se ciñan tan restrictivamente a este esquema. Lo habitual es encontrar pluralidad de combinaciones, incluso en lenguas con una base tan regular como las semíticas (que se organizan en raíces trilíteras)[1], por lo que presumiblemente el preprotoeuskera también tendría diversidad de raíces, no un solo tipo, incluso aun en el caso de que dominase un modelo de sílaba CVC por encima de los demás.

Por todo lo dicho, no podemos admitir que el profesor vizcaíno, en base a sus discutibles esquemas, aparte del léxico vasco con tanta ligereza y vehemencia a palabras como negar, erne, orein, itsu, olde, hezur, ahur, oiher, ister, bazter, beldur, belaun, hagin, bider, o bizar, clasificándolas como supuestos préstamos llegados del latín o del castellano, y menos cuando él mismo reconoce que:

“casi todas esas voces tienen una extensión considerable en la geografía e historia de la lengua y pertenecen a campos semánticos como las partes del cuerpo, adjetivos, etc. que no hacen pensar en principio en préstamos; de hecho no parecen haber suscitado sospechas en ese sentido” (Lakarra 2009a: 586).


[1] No pueden ser más expresivas las palabras del gran lingüista Edward Sapir que Lakarra cita en uno de sus últimos trabajos (el resaltado en negrita es nuestro): «En hebreo, lo mismo que en otros idiomas semíticos, la idea verbal en cuanto tal se expresa mediante tres consonantes características (con menor frecuencia dos, o cuatro). Por ejemplo, el grupo sh-m-r expresa la idea de ‘guardar’, el grupo g-n-b la idea de ‘robar’, el grupo n-t-n la idea de ‘dar’. Naturalmente, estas series de consonantes son abstracciones de las formas que se emplean en la realidad» (citado en Lakarra 2011: 13). Con todo el respeto, pensamos que el profesor de Gasteiz debería tomarse más en serio esta última frase, antes de medir la vasquidad de una palabra en base a su restrictivo modelo CVC.

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• Domingo, Abril 21st, 2013

En el quinto capítulo se habla sobre la falta de sistematización de su teoría, subrayando que sus etimologías estan sin ordenar temporalmente:

5. Su modelo reconstructivo nunca se ha expuesto sistemáticamente y ni siquiera se han ordenado las etimologías a nivel temporal

El profesor Lakarra suele seguir un esquema de redacción en el cual se exponen al principio diversas razones fonológicas y morfológicas a favor de su sistema, intercalándose diversas reconstrucciones de palabras, y en ocasiones el artículo o informe finaliza con listados más o menos largos de propuestas etimológicas. Salvo vagas alusiones a las fases denominadas «protovasco antiguo» y «protovasco reciente», y la defensa de un modelo de lengua monosilábica en preprotovasco, que evoluciona mediante el recurso a la composición de dos raíces a un sistema de bisílabos hasta dar lugar al euskera arcaico, no encontramos referencia alguna a las fechas aproximadas en las que pudieron configurarse.

En las listas de etimologías los préstamos románicos recientes, los supuestamente formados en la fase del euskera arcaico, y los del protoeuskera y preprotoeuskera se mezclan anárquicamente, sin poder entreverse ningún criterio de ordenación diacrónica. Además nunca se aportan datos acerca del contexto histórico-cultural en el que estas palabras pudieron formarse.

Lakarra parece ser de todas maneras consciente de que su forma de exponer las ideas tiene carencias evidentes, aunque no se sabe si por falta de tiempo, interés o por la razón que sea, ha preferido dejar en manos de sus colaboradores las cuestiones de justificar y poner en orden su propia teoría. Son muy reveladoras en este sentido las palabras de uno de sus discípulos (el resaltado en negrita es nuestro):

“En Martínez Areta (2003) hemos realizado un intento de clasificación de los diferentes tipos composicionales subyacentes a las numerosas formas nominales disilábicas que Lakarra (1995) descompone en dos elementos monosilábicos pero sin asignarles ningún status léxico. Por ejemplo, según él aker “macho cabrío” < *han-ger, siendo *han algo así como “animal” (cf. ahuntz “carnero” < *han-huntz, han-di “grande”…), y *ger algo parecido a “malo, maldad” (cf. oker “torcido”, maker “deforme”, puzker “pedo”…). Pero en ningún momento dice explícitamente que esta construcción fuera de la estructura nombre-adjetivo, o nombre-nombre, o de cualquier otro tipo, ni señala en cada caso cuál de los dos es el núcleo nominal. Esto es lo que hemos intentado hacer en los mencionados artículos, además de exponer una teoría plausible acerca de cómo y por qué se dio el paso del monosilabismo al disilabismo” (Martínez Areta 2008: 2).

En consonancia con esta forma tan poco rigurosa de proceder, el estilo de redacción de los artículos del profesor de Gasteiz es embarullado, y hasta para un lector avezado resulta complejo guiarse en la masa de ideas descontextualizadas, habiendo algún autor que ha definido su estilo literalmente como «farragosísimo» (Núñez 2003: 376). Creemos que estas características demuestran una total falta de sistematicidad, rigor y método, por lo que no parece que trabajando de esta manera se cumplan los más altos estándares exigidos en la investigación científica de alto nivel.

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• Viernes, Abril 19th, 2013

En el cuarto capítulo se critica la constante autocitación como medio de justificación de su teoría:

4. Para justificar sus planteamientos recurre constantemente a la autocitación

A la hora de probar sus hipótesis, Lakarra cita continuamente sus propias obras y propuestas como evidencia en favor de la teoría. Todas las evoluciones fonéticas, etimologías o raíces se remiten una y otra vez a sus argumentaciones, sin poder aportar referencias a investigaciones independientes que corroboren lo expuesto. Es de principio a fin una teoría personal del profesor de Gasteiz, iniciada, elaborada y defendida en solitario, con la excepción, claro está, de sus discípulos en la universidad.

El recurso sistemático a la autocitación no suele ser bienvenido por parte de los comités encargados de revisar y decidir qué trabajos son dignos de publicarse en una revista científica. Por lo general se considera que las referencias a los propios trabajos sólo se pueden hacerse con el objetivo de recordar la evolución que ha podido tener la obra del autor a lo largo del tiempo, o bien para aportar trabajos donde se recogen datos de importancia para la tesis, pero nunca como prueba de peso que confirma lo expuesto.

En ningún caso se puede probar una teoría en base a sí misma. El método científico separa con claridad lo que son los datos de las teorías, y jamás las segundas pueden venderse como pruebas de un hecho, sino que se consideran explicaciones de la realidad, susceptibles de ser mejoradas o incluso cuestionadas en el futuro.

El uso y abuso por parte de Lakarra de las autorreferencias a sus obras lo convierte en la única fuente en la que fundamentar sus principios de evolución fonética, criterios etimológicos, desplazamientos semánticos, procesos de gramaticalización, etc, o al menos la principal, con lo cual volvemos a encontrarnos ante una situación de testis unus, testis nullus. Las únicas ocasiones en las que el autor cita obras ajenas suelen ser 1º cuando menciona trabajos de investigadores anteriores, a fin de definir el estado de la cuestión hasta su llegada, 2º cuando trae a colación teorías acerca de otros idiomas que interpreta como supuestamente parecidas a las suyas, 3º cuando incorpora referencias a los trabajos de discípulos a los que dirige y a los de colaboradores cercanos que comparten sus puntos de vista, y 4º cuando realiza duras críticas a los autores y teorías diferentes, el cual suele ser uno de sus hábitos más frecuentes. Nunca observamos que pueda aportar obras de autores independientes que hablen en favor del núcleo de su tesis, por lo que el profesor intercala en sus publicaciones continuas referencias de artículos suyos anteriores, en los que ya entonces se citaba a sí mismo. Si repasamos toda la lista de sus publicaciones nos encontramos con una cadena interminable de textos fundados en autocitas, que a su vez se fundamentan en autocitas anteriores, y éstas en otras más antiguas, y así sucesivamente… Dudamos seriamente que esto se ciña a la metodología científica, ni aun a la deontología profesional.

Si la constante autocitación ya es un aspecto criticable, no lo es menos que la fijación por esta práctica conduzca al autor a citar trabajos todavía sin publicar. Por ejemplo, en Lakarra (2009a) se recogen en la bibliografía un total de 33 trabajos suyos, de los cuales 9 títulos (27,27% de todas las obras citadas) se encuentran en estado de simple manuscrito inédito, sin indicios de salir a la luz en un futuro cercano.

En Lakarra (2011) la cifra de obras no publicadas que se citan asciende a 15 sobre un total de 53 (el 28,3%)… Que más de una cuarta parte de las autorreferencias que ofrece en sus publicaciones no hayan visto la luz y ni siquiera se haya determinado aún si aparecerán en un libro o revista, es inadmisible para un especialista que ocupa una cátedra de tan gran importancia.

Cualquier argumentación sobre la que se pretenda fundamentar una hipótesis debe estar previamente publicada en medios al uso, al alcance tanto de los investigadores especializados como del público en general. Intentar avalar las bondades de una teoría en base a informes fantasma, de los que pocos conocen su contenido, no han sido sometidos a revisión crítica (en ocasiones los títulos sufren cambios según avanza el tiempo, lo que revela continuas reformas del texto[1]), sólo contribuye a dañar la propia credibilidad científica. Por no conocer, no conocemos ni siquiera su tesina de licenciatura terminada en 1984 (Euskal thesauruserako gaiak: Hegoaldeko testuak 1700-1745), ni aun su tesis doctoral de 1994 (XVIII. mendeko hiztegigintzaren etorkiez), que permanece inédita hasta el momento a pesar de haberse leído hace cerca de dos décadas, cuando no pocas de las que ha dirigido se han colgado en internet no mucho tiempo después de haberse defendido, gracias a las facilidades que ofrecen las nuevas tecnologías.


[1] En Lakarra (2008) uno de los manuscritos inéditos citados tiene por título “450 etimologias y subiendo. Materiales para un diccionario etimológico vasco”. En Lakarra (2009a) aparece por el contrario como “500 etimologías y subiendo. Materiales para un diccionario etimológico vasco”, que en 2010 se convierte en “600 etimologías y subiendo” a secas. En 2011 recupera el subtítulo aunque vuelve a aumentar el número de propuestas “750 etimologías y subiendo. Materiales para un diccionario etimológico vasco”, y por fin en 2012 tenemos la nueva versión 817 y subiendo. Raíz, reconstrucción y etimología en el campo vasco”, con cambio radical en el subtítulo.

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